Decía el poeta que si comprendiéramos bien lo que es la ROSA, llegaríamos con facilidad al conocimiento del resto del mundo. Esa circulación desde las raíces, las espinas concentrando acerbas intenciones protectoras, los pétalos, el ofrecimiento de su aroma y la frágil duración de su presencia; en magnífica exposición vital.

Si comprendiéramos lo que es la PERSONA, tendríamos muy expedito el camino existencial, con las dificultades ariscas en su sitio, con sus diferentes coloridos expuestos, con su savia peculiar y las luces interiores. Con las partículas del Universo concentradas en un ramillete de recursos dinámicos.

Si comprendiéramos mejor el MAL, sus añagazas y su semillero envenenado, abocaríamos con claridad de ideas a la disyuntiva de adoptar o no sus propuestas. Desde pequeñitos contactamos con sus malicias, sus mecanismos e incluso alguna de sus bondades. Si lo comprendiéramos mejor…

Con dichos condicionales a cuestas, flotaría boyante el juego comunitario de las COLABORACIONES. Las espinas transformadas en ayudas estimulantes, las savias rabiosas como condimentos sabrosos, los mil ojos apuntando a la sabiduría.

Y todo está tan a mano, que la trepidante emoción del momento debería evitar las picaduras inconvenientes, para el pleno disfrute de los CONTRASTES rutilantes.