Hoy entra en función el metropolitano de la capital granadina. Cuentamealgobueno ha estado presente en este día de inauguración y os cuenta como hemos vivido nuestro primer viaje en este nuevo medio de transporte público.

La espera se había hecho eterna: años de obras y de retrasos por problemas de presupuesto, preocupantes rumores debidos a la incertidumbre sobre la viabilidad del proyecto, meses de pruebas para reducir el número de incidencias que han obligado a posponer la fecha de inauguración. Todo ha ido solucionándose poco a poco y hoy, 21 de septiembre, el metro empieza por fin a transportar pasajeros.

Son aproximadamente las 11.30 cuando nos acercamos a la parada de La Caleta. El metro lleva desde primeras horas de la mañana circulando con normalidad, con una frecuencia de paso de 15 a 10 minutos, pero los pasajeros podrán empezar a subirse a los vagones solo a partir de las 12. Ya hay un grupo de una docena de personas esperando, en su mayoría jubilados, impacientes de presenciar el evento tan esperado. Con el paso de los minutos el grupo de curiosos se hace más numeroso, y la chica encargada de proporcionar información a los ciudadanos contesta amablemente a decenas de preguntas. “¿Cuánto vale el viaje?” “¿Puedo utilizar la tarjeta normal del autobús?” “¿El transbordo es gratuito?” “¿Dónde se compra el pase?” “¿Cómo se usan las máquinas expendedoras? ” Literalmente rodeada, tiene que alejarse, un poco agobiada, para poder respirar unos segundos.

Se percibe un aire de expectación, de intriga. Los trenes vacíos desfilan en ambos sentidos, vigilados por la mirada atenta de los presentes. Un grupo de varones con camisas de manga corta reunidos en círculo, una mujer elegante con gafas de sol sentada en el banco de metal, una abuela llevando a su nieta en el carrito, dos jóvenes amigas. “¿Nos podemos subir? ” “No, este todavía no es.” “Es a las 12, o 12:10 como muy tarde”.

Las 12.08. El tren con destinación Armilla hace su aparición en el andén. Esta vez las puertas se abren y todos los pasajeros acceden en masa al vagón, validan su billete y se sientan con total normalidad, como si eso fuera algo habitual. El viaje empieza. Muchos de los nuevos usuarios se convierten en improvisados reporteros: sacan fotos y vídeos con su móvil y enseguida las envían por Whatsapp a sus conocidos. Observo que hasta los más mayores manejan las nuevas tecnologías con extrema soltura. Otros no paran de charlar, tanto con amigos como con desconocidos: “Mira, ¡ahora pasa por la Estación de Ferrocarril! ” “Pero ¿No iba a ser subterráneo?” “Eso es después de la Universidad”, “¡Llama a mamá! Dile que estamos en el metro”, “Va muy lento me parece”, “Eso está bien, los coches tienen que acostumbrarse a ceder el paso”.

El metro recorre varios kilómetros en superficie antes de proseguir bajo tierra a la altura del Campus de Fuentenueva. La ilusión crece cuando paramos en la primera de las tres estaciones subterráneas, cuya estética es a la vez esencial y moderna. El tren vuelve a circular en superficie y avanza por la periferia sur de la ciudad: costea el Parque Tecnológico de Salud y para al lado del nuevo centro comercial Nevada, donde decidimos bajar para subirnos a otro tren y volver al centro de la ciudad. La gente parece muy satisfecha, y realmente la impresión es que el servicio ofrecido es de calidad: los trenes son cómodos y limpios, la frecuencia de un tren cada diez minutos es respetada, las tarifas son asequibles y el personal encargado de orientar a los ciudadanos amable y competente.

Terminamos nuestro viaje en la céntrica parada subterránea de Recogidas. Dos señores mayores salen de la estación, y uno de los dos llama mi atención. De repente, se pone a cantar: “Americanos, os recibimos con alegría…” Los dos se echan a reír y se alejan, contentos como niños a la salida de un parque de atracción. Es verdad: es un poco como si Mr. Marshall hubiera llegado a Granada, y la ciudad cuenta ahora con un transporte moderno que permitirá reducir el número de coches particulares en el centro de la ciudad y que, sobre todo, ha regalado a los granadinos un momento de ilusión, después de años de larga espera.

El tranvía (perdon, ¡metro!) tiene un recorrido de 16 kilómetros entre los municipios de Albolote, Maracena, Granada y Armilla. Cuenta con 23 paradas y estará en función de 6.30 a 23.00 horas de lunes a jueves. Los viernes, sábados y víspera de festivos extenderá su servicio hasta las 2 de la madrugada; sábado y domingo empezará a circular a las 7.30 y los domingos terminará su servicio a las 23.00.