Diga, diga, es casi intrascendente, ejerce de interruptor. Quién sabe qué intercambio de palabras fluirá. Pero no deja de ser un PRINCIPIO los principios suelen estar abiertos.

Dígale sus IMPRESIONES. La comunicación es entrañable, es uno de los pálpitos señeros de la vida. Destacan frente a la indiferencia o el desdén. El hecho de participarle mis sensaciones es una vibración inigualable.

Dígale también sus RECONVENCIONES, en segundo término, con delicadeza y cariñosas. No son recriminaciones. Con ese afecto, introducen matices de cercanía, de incalculable valor.

Dígale que estás allí, entre su gente, en la proximidad; sin alades, sin adherencias pegajosas, en su COMPAÑÍA, sin ánimos atosigantes; con la fluidez de los intercambios espontáneos.

Dígale de la GENEROSIDAD, del empeño de vivir con las mejores concesiones, las actuaciones bien dispuestas y la suavización indispensable de los inconvenientes, que constituyen el verdadero bien común.

Y el decir es un APREMIO, las posibilidades participativas abundan y el tiempo se nos acorta irremisiblemente.