En este artículo voy a transcribir directamente la parábola mencionada por Charles Eisenstein en su libro «Sacroeconomía«, quien a su vez la saca del economista y visionario Bernard Lietaer. En ella se explica bastante bien en qué consiste la economía basada en el interés y cómo nos perjudica a la gente común y ordinaria.

 

Esta parábola está directamente relacionada con los capítulos 5 y 6 del libro de Eisenstein, resumidos en este artículo.

 

 

PRIMERA PARTE.

Había una vez, en un pueblecito de la Australia rural, gente que utilizaba el trueque para todas sus transacciones. Cada día que había mercado, la gente se paseaba por ahí con pollos, huevos, jamones y panes, y entablaban prolongadas negociaciones para intercambiar lo que necesitaban. En épocas clave del año, como durante las cosechas o cuando alguien necesitaba reparar importantes daño a su granero tras una tormenta la ente recordaba la tradición de ayudarse los unos a los otros que se practicaba en su país de origen. Sabían que si algún día tenían un problema, alguien les devolvería el favor.

Un día de mercado, llegó un forastero con zapatos negros relucientes y un elegante sombrero blanco y observó todo el proceso con una sonrisa sardónica. Cuando vio a un granjero corriendo para acorralar a seis pollos que quería intercambiar por un jamón grande, no pudo contener la risa. «Pobre gente, dijo tan primitiva». La esposa del granjero oyó sus palabras y lo desafió: ¿cree usted que puede manejar mejor los pollos» «Los pollos, no» respondió el desconocido, pero hay un método mucho mejor para eliminar toda esa molestia. ¿Ah sí? ¿Cómo? preguntó la mujer. Ve ese árbol de ahí, replicó el. Pues esperare allí a a que uno de ustedes me traiga una gran pieza de cuero de vaca. Luego, dígales a todas las familias que me visiten. Les explicaré el mejor método»

Y así sucedió. El forastero tomó el cuero, recortó círculos perfectos en él y marcó cada uno de ellos con un sello elaborado y elegante. Luego le dio a cada familia 10 de esas piezas y les explicó que cada una representaba el valor de un pollo. «Ahora pueden comerciar y negociar con los círculos en vez de hacerlo con esos incontrolables pollos» explicó.

Tenía sentido, todo el mundo se quedó impresionado con el hombre e zapatos relucientes y sombrero inspirador. «Ah, por cierto», añadió después de que todas sus familias hubieran recibido sus diez círculos, «dentro de un año volveré y me sentaré bajo el mismo árbol. Quiero que cada uno me traiga once círculos. Ese undécimo círculo será una muestra de agradecimiento por la mejora tecnológica que acabo de aportar a sus vidas». ¿Pero de dónde sacaremos el undécimo círculo?» preguntó el granjero de los seis pollos. «Ya lo verán» dijo el hombre con una sonrisa tranquilizadora.

Suponiendo que la población y su producción anual siguieran siendo exactamente las mismas durante el siguiente año, ¿qué crees que tenia que pasar? Recuerda que ese undécimo círculo nunca se creó. En resumidas cuentas, una de cada once familias tenía que perder todos sus círculos, aunque todo el mundo administrara bien sus asuntos, con el fin de proporcionar el undécimo círculo a las otras diez.

De este modo, cuando una tormenta amenazó la cosecha de una de las familias, la gente se volvió menos generosa con su tiempo para ayudar a recogerla antes de que llegara el desastre Aunque resultaba mucho más práctico intercambiar los círculos en lugar de pollos en los días de mercado, el nuevo juego conllevaba l efecto secundario involuntario de desalentar activamente la tradicional cooperación espontánea del pueblo. El nuevo juego del dinero estaba generando una corriente subyacente y sistémica de competencia entre todos los participantes.

 

SEGUNDA PARTE

Eisenstein se atreve a augurar la segunda parte de la historia añadiendo tres posibles finales:

  1. El impago
  2. El aumento de la base monetaria
  3. La redistribución de la riqueza

 

Propone que nos imaginemos que algunos de los aldeanos le piden por favor al Sr. del sombrero que les de nuevos círculos para que nadie tenga que arruinarse. A lo que éste responde: «De acuerdo, pero sólo se los daré a los que seguro me los van a devolver, es decir, a aquellos que tengan más pollos que el número de círculos que ya me deben. De esta manera, si no me devuelven los círculos podré confiscarle los pollos. Y además, ofrecerá nuevos círculos a aquellos que no tengan pollos adicionales siempre y cuando puedan convencerme de que criarán más pollos en el futuro. Prestaré a un 10% y los criadores podrán aumentar su bandada un 20% anual».

 

Los aldeanos se dan cuenta de que aún así seguirían endeudados. Pero el Sr. del sombrero les vende humo, les promete que hará más círculos y así hasta el infinito, y los aldeanos se dejan convencer. Este nueva aparente mejora lo que obliga es a seguir creciendo ilimitadamente lo cual conlleva a una destrucción masiva de los recursos naturales y una auto-explotación de la mano de obra, o en otra palabras, una nueva esclavitud.

 

Y así es como funciona nuestro sistema monetario, una rueda de hámster de la que no hemos sabido bajar hasta que llegó el COVID. ¿Buena o mala suerte? Nunca se sabe…

 

Paz y Amor

SaraLJ