Con el buen tiempo suele estar abierta la claraboya. Lo que menos podía uno pensar era la entrada de un verdadero PROYECTIL raudo y veloz por ese hueco. Un paquete sorpresa con estela de humo, coloreado y festivo.
Tras el ESTRÉPITO inesperado se apagó el chisporroteo de semejante aparición. Olor a quemado en las narices y los ojos bien abiertos para ver en qué quedaba aquello, con todos los presentes muy atentos.
El golpe provocó el desparrame de una serie de artilugios coloreados, de sabores y formatos prometedores. Tranquilizados del primer sobresalto, pasamos al JOLGORIO, vistas las trazas amistosas del evento.
Sin tiempo para asimilar la entidad de los productos, se inicia el bosquejo de los primeros proyectos ilusionados, el descubrimiento de indicios y los afanes comunes de colaboración, con aires de CELEBRACIÓN.
Los desperdicios del cohete quedan en el suelo. Sin el sabor de gruesas experiencias, palpitan otros fenómenos y circunstancias. Brota la intimidad de unas sensaciones cargadas de AFECTO. Configuran una base relacional entrañable cercana a la belleza y las maravillas.