Hay que tener agallas para mirar a las estrellas de tú a tú, en un encuentro vibrante entre dos INMENSIDADES, cuando de veras afrontamos el origen de la luz y comprobamos los variados tipos de luces existentes.
Hay que tener agallas para PENSAR, imaginar, soñar, en torno a las luces más nítidas, con el exigente esfuerzo para sobrepasar las nubes y los relámpagos ruidosos. Para convertir aquel pensamiento en un caudaloso río de aguas claras, impetuoso y generoso.
La osadía es necesaria si intentamos aproximarnos a los estados superiores de la existencia, comprende el atrevimiento de investigar entre las CUALIDADES a nuestra disposición y aclarar las ideas.
La alegría de los hallazgos no tiene comparación posible, la quimera se transforma en una delicada figura; y, por lo tanto, en una INVITACIÓN al esmerado cuidado de sus circunstancias, sin dormirse en los laureles.
Los seres de nuestra estirpe tenemos esa capacidad de generar sentidos fascinantes y configurar así la propia personalidad y los comportamientos; estableciendo SENDEROS diferenciales para la vida.



