Siempre me han entrado dudas sobre el tan manido concepto de la DIGNIDAD. ¿Por dónde se coge? Si se trata de una idea general, de todos, por serlo. En el caso de ser particular, por aquello de saber a que atenerme. No hay respuestas contundentes.
En la sociedad actual, eso de que fuera una propiedad OTORGADA a todos por el simple hecho de nacer, sirve de poco, esa misma vida incipiente se valora poco. Eso de otorgado y no valorado viene a ser muy parecido y acompañado de actitudes displicentes.
Si le concedemos carácter de cualidad LOGRADA a través de las actitudes vitales de la serenidad y la templanza; las diversas versiones enmarañan la idea central. Las disparidades dificultan la comprensión y la coherencia de las actuaciones.
No voy a centrarme en los desenfrenos de la valoración propia, pueden acabar en una dignidad de SOBERBIA y enterramos así las ideas previas. Evitando las desviaciones por desbordamientos y errores, sigue en pie la inquietud del comienzo.
Para fortalecer esa cualidad de ser digno y lustrar el concepto, precisamos del coraje de vivir al socaire del valor universal, con unos principios básicos, una moral social orientadora que evite las éticas caprichosas. Con el ORGULLO digno de transitar entre la incertidumbre, con el respeto relacional y la mirada elevada al frente.



