Permite predecir en qué regiones hay más riesgo de que el agua subterránea empleada para beber esté contaminada por arsénico, a partir del conocimiento del terreno y sin tener que analizar cada pozo.

Investigadores toman muestras del agua para analizar sus niveles de arsénico. Foto: Materia

Investigadores toman muestras del agua para analizar sus niveles de arsénico. Foto: Materia

Durante siglos, el arsénico fue empleado para matar emperadores, reyes e incluso familiares poco convenientes. No tiene sabor, olor ni color, y hasta el siglo XIX era muy difícil de detectar en las autopsias. Las mismas cualidades que lo convirtieron en protagonista de la historia como veneno eficaz hacen que sea un peligro para la salud pública en muchas partes del mundo y ponga en riesgo a unos 140 millones de personas.

Países como Bangladesh o Chuna, presentan serios problemas para la salud provocados por la presencia excesiva de arsénico en el agua potable. A finales de la década de 1970, se empezaron a diagnosticar envenenamientos por arsénico en una zona árida del noreste de China cuyos pobladores dependían exclusivamente de acuíferos subterráneos como fuente de agua potable. Estos depósitos están en zonas con una gran concentración de arsénico de origen natural que puede contaminar con facilidad el agua que después acabarán consumiendo las personas.

Los casos de envenenamiento por arsénico siguieron creciendo y en 1994 China declaró la arsenicosis enfermedad endémica. Después, se puso en marcha un programa de detección nacional para analizar las aguas subterráneas que se llevó a cabo entre 2001 y 2005. Se analizó el arsénico de casi medio millón de pozos, lo que solo supone el 12% de los condados de China, una cifra que da una idea del ingente trabajo que queda por realizar. Aquel estudio concluyó que casi el 5% de los pozos analizados contenía un nivel de arsénico superior a los 50 microgramos por litro considerados entonces por el Gobierno chino como el umbral de seguridad. Si la referencia son los 10 microgramos por litro estimados como el límite de seguridad por la OMS, y ahora también por China, el número de pozos con agua potencialmente venenosa llegaba al 13%.

Todo este proceso de análisis podría verse acelerado y abaratado significativamente gracias a un nuevo método para detectar zonas de riesgo desarrollado por un equipo de investigadores dirigido por el investigador de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) Luis Rodríguez-Lado. Su trabajo, que se publica hoy en la revista Science, cruzó información geoespacial disponible para el público sobre características como topografía, geología o salinidad del suelo con los datos obtenidos durante las prospecciones sobre la presencia de arsénico en los acuíferos subterráneos. Con este sistema pudieron detectar qué factores estaban más relacionados con la contaminación por arsénico para luego extrapolarlos a otras regiones aún sin analizar. Una vez completo el modelo, han comprobado que logra predecir la presencia de arsénico en una zona con una precisión del 77%.

Zonas con mucho arsénico y mucha gente

Con esta herramienta, que permitiría evaluar el riesgo de una zona sin necesidad de analizar el agua de sus pozos, han calculado que en China hay casi 20 millones de personas en zonas de alto riesgo para la salud por contaminación por arsénico, por encima del umbral de los 10 microgramos por litro considerado seguro por la OMS. De particular interés es la identificación de nuevas zonas que están potencialmente contaminadas con arsénico en las que vive mucha gente. Es el caso de la llanura norte de China y la zona central de la provincia de Sichuan. Rodríguez-Lado considera que estos lugares se deberían analizar “lo antes posible para evitar envenenamientos por arsénico”.

Este sistema, según explica el investigador de la USC, se podrá aplicar también a amplias regiones de Asia, como Camboya, Bengala Occidental o Mongolia, donde se sabe que la contaminación existe, pero se desconoce su alcance.

Conocer el alcance del problema no será, sin embargo, el paso definitivo para mitigar el impacto del arsénico sobre la salud, señala en otro artículo que también se publica hoy enScience Holly Michael, de la Universidad de Delaware. “Las concentraciones de arsénico pueden variar ampliamente en una escala de decenas de metros”, comenta Michael. “Estos patrones a pequeña escala no se pueden predecir a partir de los rasgos de la superficie que varían en escalas de kilómetros”, añade.

Comprender la compleja interacción de factores hidrológicos, geológicos y biogeoquímicos relacionados con la liberación natural de arsénico en el agua, y su relación con otros factores socioeconómicos, será imprescindible para poder combatir el problema y entender, por ejemplo, por qué en Bangladesh, después de décadas de investigación, aún hay decenas de millones de personas expuestas a la contaminación por este elemento.

Fuente: Materia.