Ésta es una de esas historias que te ponen la piel de gallina, más aún cuando has sido padre y has vivido tanto lo que supone el nacimiento como el aborto de un hijo.
Traer un niño al mundo es ya de por sí una importante decisión que requiere una madurez y un compromiso fuerte con tu pareja y con la vida, ¿pero qué pasaría si, durante el embarazo, te comunican que tu hijita, de nacer, tendría escasas horas de vida por una enfermedad?
Es lo que los médicos informaron a Abby, una madre de Oklahoma (Estados Unidos) cuando estaba de 19 semanas (casi cinco meses) fecha en la que le dijeron que la pequeña tenía anencefalia.
Ésta enfermedad es un defecto en la fusión de varios sitios de cierre del tubo neural en el proceso de neurulación durante la embriogénesis. Ocurre cuando el extremo encefálico o cabeza del tubo neural no logra cerrarse, generalmente entre el 23º y el 26º día del embarazo, dando como resultado una malformación cerebral congénita caracterizada por la ausencia parcial o total del cerebro, cráneo y cuero cabelludo.
Ante esta tesitura, la pareja podría haber optado por lo más fácil y menos doloroso para la madre: abortar… pero no, apostaron por la vida y decidieron seguir adelante con el embarazo, con la esperanza de que, una vez falleciera su pequeña, pudieran donar sus órganos y salvar así la vida a otros niños.
De esta forma, continuaron con el embarazo, que finalmente llegó a su término el 23 de junio de 2016, falleciendo unas quince horas después.
Abby madre explicaba así su decisión de haber dado a luz a su pequeña en la revista GH: «el 95% de las mujeres habría decidido abortar, pero yo decidí no hacerlo. Tengo la suerte de tener un marido increíblemente bueno y solidario y dos hijas sanas a quien abrazaba cuando no podía parar de llorar. Los médicos me dijeron que Annie no sufriría ningún dolor».
La pareja y especialmente Abby se preparó para el parto, que no fue un acontecimiento doloroso, dramático, ni traumático, todo lo contrario: «hablábamos, reíamos, nos contamos historias. Nadie estaba triste».
Annie vivió 14 horas y 58 minutos llena de amor. Si tuvo que morir, me alegra que fuera en mis brazos.
Finalmente los órganos de Annie pudieron ser utilizados para investigar malformaciones y enfermedades.
Siempre he comentado en mi entorno que debería haber periódicos y noticiarios que recogieran solamente las buenas noticias a fin de contrarrestar el pesimismo y desconcierto por todas las terribles noticias en el mundo todos los días, en especial las que tienen como sujeto sufridor a los niños. Esta noticia debería estar en esta prensa, pues es un bálsamo para el espíritu humano.