La magia de la iluminación sirve para centrarnos la visión en las escenas entrañables. Lo comprendí mejor con Vermeer, leer una carta, escribirla, escanciar la leche. Ese ENFOQUE selectivo para registrar las maravillas.
A diario actuamos sin percibir realmente aquello que estamos haciendo. La VORÁGINE se enseñorea de nuestras sensaciones. Hacemos, hacemos, sin percatarnos de gran cantidad de las acciones realizadas.
Revoloteamos por Internet y si dirigiéramos la luz a nuestra cara, quizá los gestos enajenados primarían sobre mirada serena y atenta. La escena de los ROSTROS encandilados ante las pantallas es muy expresiva.
Al recorrer veredas entre la Naturaleza, la vista se pierde por las alturas aireadas; sin embargo, al bajar el haz de luz suelen apreciarse demasiadas HUELLAS indeseables de andanzas impropias de mentes pensantes.
Al menos desearía enfocar con naturalidad la calidez de otras escenas. Contar un cuento, compartir un juego, hablar bajo la sombra del árbol, soledades acompañadas e ilusiones compartidas. Adiestrarnos para ILUMINAR las mejores escenas es una de las asignaturas primordiales; no debe convertirse en asignatura pendiente.