Jacobo‘ era el perro rescatador del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá, que falleció recientemente tras una batalla contra un tumor en su hígado.

A Jacobo no le importó dónde iba a caer. A pesar de la altura -unos seis metros- y de que reinara la oscuridad, se lanzó al abismo sin pensarlo dos veces. No dudó. Esta vez a quien tenía que rescatar era a su amigo, el bombero Óscar Tovar, quien cayó a un precipicio en medio de una operación de rescate en el cerro Monserrate.

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“La felicidad de él fue enorme al encontrarme. Nunca voy a olvidar eso. Eso solo lo hace un amigo fiel”, narra el agente Tovar, quien fue uno de los que más compartió con Jacobo durante estos seis años de servicio.

Con esa anécdota se resume la grandeza y fidelidad de Jacobo, que partió con la satisfacción del deber cumplido y por eso fue despedido con honores. Jacobo era un ejemplo de compromiso. Nunca esperó nada a cambio. Solo una caricia le bastaba cuando cumplía su trabajo. Era un líder. “Más que un compañero de trabajo, se va un amigo”, agrega Tovar.

El legado que Jacobo dejó en el Grupo Especializado de Búsqueda y Rescate comenzó a escribirse hace seis años. Un golden retriever cachorro, inquieto pero obediente, se integró gracias a uno de los agentes que quería probar las cualidades del perro.

El objetivo inicial era realizarle, así tal cual, una prueba de talento para determinar si era apto para las funciones que requería ser parte del grupo de perros rescatadores. Sin embargo, Jacobo rompió esquemas en tiempo récord.

El mejor de su clase.

El agente John Beltrán, otro de los que compartió estos seis años con Jacobo, cuenta que al realizarle las primeras prueba, se comprobaron sus aptitudes y su potencial para integrar el grupo de rescatadores, por lo que comenzaron a entrenarlo en búsqueda y ubicación de personas en estructuras colapsadas.

Sin embargo, las apuestas y clímax en la carrera de Jacobo llegarían pronto. El Cuerpo de Bomberos decidió incluirlo en un curso internacional bastante exigente durante un mes, el curso Arcón, para certificarlo como perro rescatador, después de que un “colega” suyo tuviera que dejar el curso a mitad de camino. Era su oportunidad.

Las dudas surgían frente a la pregunta de si podría certificarse en apenas la mitad del tiempo. Solo el 10 o 15% de los perros aprueba el curso. Jacobo tenía 15 días para demostrar de qué estaba hecho, midiéndose con caninos de otros países.

Orgullo nacional.

“Son jornadas muy exigentes. Es como un régimen militar. Durante todo un mes, la disciplina es muy estricta y son muchas horas de entrenamiento. Es un curso para explotar la naturaleza del perro en cuanto a su sensibilidad olfativa”, cuenta Beltrán.

En dicha certificación ponen a prueba el carácter del perro. Por ejemplo, le ordenan buscar personas en medio de elementos distractores como olores distintos al indicado para la búsqueda, ruidos y otros factores que sirven de trampa. Fue allí donde Jacobo mostró todo su potencial. Se convirtió en el primer perro con certificado internacional Arcón, motivo de orgullo para los bomberos de la capital del país.

A partir de ese hecho, Jacobo comenzó una brillante carrera como perro rescatador en campo abierto. Algunos de sus lugares habituales de trabajo eran los cerros orientales de Bogotá, donde, con cierta frecuencia, las personas se pierden durante sus recorridos.

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Amigo de los niños.

Jacobo era muy sociable. Frecuentemente estaba en contacto con niños, incluso con menores enfermos o en situación de discapacidad. “Asistía a sus terapias, iba a eventos con niños con síndrome de Down. Era muy cariñoso. No solo era bueno en búsqueda y rescate. También era excelente relacionándose con la comunidad”, dice Beltrán.

El agente asegura que Jacobo nunca fue agresivo y siempre fue obediente. “Otros perros se desesperaban cuando les iban a dar de comer, mientras él primero saludaba y esperaba a que le dejaran la comida en el suelo, y solo comía cuando le dábamos la señal”, añade.

Beltrán destaca que Jacobo era muy disciplinado con sus necesidades. Muy educado. Nunca hizo de las suyas dentro de la estación de Bomberos de Puente Aranda, donde vivía, y siempre esperaba a que lo sacaran a pesar.

Rescatador incondicional.

Jacobo vivía entre el juego, el ejercicio y el trabajo. Cuando estaba de descanso, sus guías aprovechaban para que mantuviera su condición física y lo sometían a una rutina de entrenamiento en caminadores eléctricos, caminatas y jornadas de expansión motriz. También era válido el juego con una pelota que tenía y que era su juguete más preciado.

Sin embargo, el juego para él no solo era con su pelota y aquí es donde relucía otra de sus grandes cualidades. “El rescate de personas para ellos es un juego y él jugaba muy bien ese juego. Se demoraba menos que otros perros en ubicar una víctima. Tenía muy claro lo que hacía”, narra Beltrán.

Por eso era la estrella de los perros rescatistas de Bogotá. Su grupo lo conformaba junto a otros ocho perros y allí se perfiló como líder, según lo asegura Beltrán. Resalta que era incansable y no se rendía.

Vídeo: Conmovedor adiós a Jacobo, el perro héroe que se ganó el cielo –

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“Nos dejó muchas enseñanzas”

“Una vez en una operación de rescate tras un deslizamiento, se acabó el tiempo de búsqueda y se dio la orden de retirarnos por nuestra seguridad, pero Jacobo insistía en seguir buscando. No se rendía. Quería seguir y seguir, pero nos tocó retirarlo por seguridad”, cuenta Beltrán al destacar el compromiso de Jacobo.

“Lo voy a recordar como un amigo. Como alguien muy especial para mí. Era muy leal. Sin importar la hora, siempre estaba con uno. Era mi amigo”, dice Tovar. Por su parte, Beltrán solo tiene palabras de agradecimiento con Jacobo. Era su amigo más fiel. Su compañía.

“Nos dejó muchas enseñanzas. No solo por su disposición, sino también por esa parte humana que tenía. Jacobo lo dio todo y solo quiero agradecerle por estos años de aventuras, de experiencias, de compromiso. Solo queda recordarlo como un gran perro que hizo mucho por la comunidad. Nosotros decimos que éramos sus guías, pero antes fue él el que nos guió a nosotros”, concluye Beltrán.

Fuente: +Verde.