Me refiero a la botella en que fueron recogidos los mensajes de los ANCESTROS, con sus venturas y desventuras; para ser lanzados al mar de la vida, de cara a un futuro insospechado. Contenidos aciagos y lucidez a un tiempo, a la espera de nuevos descubridores.
De estos, muchos se ahogaron en el intento de ASIMILACIÓN de los contenidos, que además de inmensos, hacen acopio de notables sufrimientos; en una mezcolanza endiablada. Seamos modestos, no disponemos de la capacidad que todo lo cubre.
El momento de estrellar la botella en el acantilado es una hermosura. La densidad de sus interiores, distribuye los pesados fondos hacia una caída permanente; y nos facilita la percepción de las ORIENTACIONES ilustrativas, con sus gramos de esencias benefactoras.
La botella rota nos exige la ACTITUD apreciativa del discernimiento; sometido, eso sí, a la voluntad electiva de cada persona. Hundimiento o revalorización a nuestro alcance. Es una rotura esclarecedora.
Ya no se trata de la botella llena, sino de los matices escogidos. Efectivamente, en los MATICES está una de las claves existenciales.
Fotografía de Tony Persun.