Ver con el corazón…

Hoy reflexiono acerca del tener y del ser tras darme cuenta de lo cerca que estoy de conseguir “tener” o alcanzar gran parte de los “objetivos” de mi vida, como “tener” una mujer preciosa y que me quiere, un hijo (y otro en camino), una casa cerca del mar, en una ciudad preciosa o el trabajo que quería.

Sí, quizás me falte algún “tener”, como una casa grande con jardín, un perro y quizás un coche mejor, pero me pregunto, ¿y cuando lo consiga qué? Es decir, una vez que logre “tener” todo aquello que me propuse, ¿qué pasará?

Y la respuesta me da que no va a ser “entonces seré feliz”. No. Más bien empiezo a darme cuenta de que la respuesta será entonces querré más, y más, y más… un ciclo sin fin de “querer tener para ser…”

Tener… o Ser… y Ser auténtico.

No se trata por tanto de tener, entendiendo como tal el poseer y acumular ya sea cosas, objetos, propiedades o bien, experiencias y relaciones con personas.

Se trata de ser, pero siendo desde el corazón, de forma auténtica. ¿Cuántas personas conocemos que presumen de lo que “son”? “Es que yo soy Doctor en tal o cual”; muy bien, ¿y qué? Eso no me dice nada, sólo estás poniendo de manifiesto que tu ego está por delante de tu verdadero ser, ¡porque el ser no presume de lo que es, simplemente es!

En definitiva, tener más, o ser más, no me va a aportar la felicidad. Al menos, a mí. ¿Y qué lo hace? ¿Por qué siento ese vacío interior cuando logro “tener” eso que quería? ¿Es el vacío del materialismo? ¿Del ego, que siempre quiere más y más y nunca se siente satisfecho?

Mi conclusión es que ser feliz es sinónimo de ser consecuente conmigo mismo y, en mi caso, eso lo consigo cuando pongo el foco en mi interior y en el interior de los que me rodean, es decir, en el corazón, en su verdadero ser, en lugar de en lo exterior o material.

Eso es para mí enfocarme en lo bueno, en definitiva es enfocarme en el lado menos “mundano” o externo de mi vida, de lo que me rodea y sucede. Como dijo el Principito:

Sólo con el corazón se puede ver bien…
Lo esencial es invisible a los ojos.
— El Principito.

Ver con el corazón.

Dedicado a mi mujer Marta.