Deseada y esquiva, nos encandila. La vista, las reflexiones, los comportamientos, muestran sus versiones evidentes e indefinibles, persistentes o fugaces. Brilla a través de sus múltiples FACETAS demostrativas.

 

Destaca su doble juego con la TEMPORALIDAD. Con frecuencia lamentamos la brevedad de sus manifestaciones, el paso del tiempo apaga su esplendor. Mientras aumenta su entidad en otras ocasiones.

 

No me valen los DISCURSOS teóricos, con una serie de precisiones que suenan a etiquetas. Quedan superados por las innumerables vicisitudes implicadas en la percepción de la belleza, afortunadamente como entidad abierta.

 

Aún con el noble intento de crear o aumentar la belleza, tropezamos con el carácter efímero de los logros. Las EVOLUCIONES de los entornos modifican las perspectivas, el mismo sujeto observador cambia a cada paso.

 

La grandiosidad de lo bello radica precisamente en su SENCILLEZ apreciativa, a disposición de estudiosos y de observadores menos preparados. Las interpretaciones vendrán después, e incluso las reacciones coherentes o distorsionadas. La experiencia existencial con la belleza es una aventura fascinante.