Pasada la distopía del confinamiento, anoche, como soy andaluz y es verano, me bebí un gazpacho fresquito y me vi de nuevo Matrix de los hermanos Wachowski. Me dí cuenta que básicamente se trata una peli de tiros, kung-fu y amoríos, con su McGuffin filosófico-cibernético.

Con todo, esta película quedó como paradigma o como metáfora de una realidad ilusoria. “Vivimos en una matrix”, se impuso como un tópico fácilmente trascendente, para quedar de profundos en cualquier conversación after hours.

La pega de tal hipótesis acerca del universo (que es una simulación de ordenador) es que esto puede elevarse a la enésima potencia, y los ordenadores que simulan la realidad son, a su vez una simulación, de la simulación, etc.

¿Te tomas la pastilla roja o la azul?

¿Por qué habríamos de necesitar una realidad/real, si con una realidad holográfica o ciber-simulada nos apañamos? No sabemos si esto iría a favor o en contra de el “Principio de Parsimonia Universal”, también conocido como “Navaja de Occam”. El Universo no hace las cosas complicadas, pudiendo hacerlas simples. Vaya, casi al contrario de los humanos, que rara vez las hacemos simples, su podemos complicarlas un poco.

El futuro avanza en “tiempo-bala”. Y ya las máquinas, la famosa inteligencia artificial (IA) nos controlan. ¿Cuál es la buena noticia aquí? Pues que no ha hecho falta una “matrix” a lo Wachowski, ni un “skynet” a lo Terminator para controlar el mundo. Aquí la distopía se ha quedado tal vez en mera dispepsia. Las máquinas nos controlan a base de redes sociales y de búsquedas web, en tu dispositivo móvil.

Nos imaginábamos un futuro de naves volantes, robots y viajes intergalácticos y nos hemos quedado en un futuro pedestre de ventas online, patinetes eléctricos y altavoces que más o menos entienden y hablan.

Salvando las distancias, esto es como lo que decía McKenna: los alienígenas no se mueven en naves sofisticadas que pesan miles de toneladas y viajan a velocidad de la luz, sino que habitan el hiperespacio (mental), lo único que nos imaginamos invasiones extraterrestres con rayos láser para no alarmarnos.

Igual aquí, la IA, las máquinas no necesitaban aniquilar a la especie humana, les bastaba con hacerse con los motores de búsqueda y condicionar los posicionamientos SEO. Como decía Harari, China no necesita invadir California. Gana más cerrando un buen tratado comercial. Igual la IA está colocada en el centro neurálgico de la economía mundial: las búsquedas online. Se ha colocado en el lugar del Oráculos de Delfos de la antigua Grecia. No es necesaria una guerra de máquinas contra humanos. La IA habita ya en el lugar de poder, el lugar de la pasta.

El alguna fecha imprecisa las redes neurales sustituyeron a los algoritmos, los cuales tenían todavía su toque “humano”, y, de un modo frenético, se pusieron a “calcular” cuál era la respuesta más conveniente. A socaire de esta drástica revolución histórica, que, pese a su enorme relevancia, a penas ha copado alguna información en la prensa, nacieron los especialistas de mercadotecnia digital y posicionamiento SEO (Search Engine Optimization / Optimización de los Motores de Búsqueda). Si antes los SEO procuraban averiguar cuales eran los algoritmos (todavía fruto de los humanos), y que eran una suerte de “fórmula secreta de la Coca-Cola”, ahora van a la zaga de una continuamente cambiante red neural; intentan averiguar cómo funciona este artefacto cibernético y procuran satisfacer sus deseos y darle lo que le gusta, para que posicione mejor a la empresa que haya contratado los servicios. Los humanos intentan comprender cómo “piensa” una máquina que, a su vez, “quiere comprender” cómo piensan los humanos.

La clave del asunto: esta red neural busca una optimización económica, o sea, que haya más “tráfico” y que este sea más rentable económicamente, dentro del gran pastel publicitario y de mercadotecnia.

Ea, ya lo he dicho: una red neural que procura extraer el máximo dinero de los humanos, y una nueva profesión (SEO y mercadotecnia online) que procura averiguar el funcionamiento de dicha red neural. Se trata de un perro dando vertiginosas vueltas en círculo para alcanzarse el propio rabo.

Esto, junto con el big data, según el cual, si un familiar tuyo busca biquinis de temporada, te salen luego a ti los anuncios “sugeridos”, y la “burbuja” en las redes, te crean un mundo/matrix en el que se te suministran las opiniones acerca de las cuales tienes ya un convencimiento previo.

En código secreto es lo que, en la peli de los hermanos Wachowski, el Oráculo, en forma de entrañable señora madura, le dice a Neo: “si quieres vivir o sobrevivir, tienes que aceptar las cookies”.

Joaquín G Weil
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