El telescopio espacial James Webb, lanzado el pasado 25 de diciembre, podría superar los 10 años de operatividad gracias a que su lanzamiento fue “realmente bien”. Así lo explicó Santiago Arribas Mocoroa, investigador del Centro de Astrobiología CSIC-INTA y miembro del equipo científico de uno de los cuatro instrumentos del telescopio.

Según Arribas, el telescopio espacial “va a estar operativo hasta que se le acabe el combustible”. Una vez llegue a su órbita, “será necesario ir corrigiendo su posición de vez en cuando”, operación para la que será necesario el uso de combustible. “Cuando ya no tengamos más combustible, no podremos realizar estas correcciones y, por tanto, perderemos la capacidad de que el telescopio se mantenga y apunte a donde queremos”, indicó.

En ese sentido, aseguró que como el lanzamiento fue “realmente bien”, el consumo de combustible para corregir la trayectoria a la órbita fue muy bajo, ya que las correcciones necesarias fueron muy pequeñas. Gracias a esto, el telescopio espacial apenas gastó combustible. Por lo que “podría superar los 10 años de operación científica”.

Tres temas de investigación

Arribas explicó que el objetivo último de la misión es “avanzar en el conocimiento del cosmos”. Igualmente, reivindicó la importancia de seguir impulsando el conocimiento del universo. Y, en concreto, de cuatro grandes temas cuyo conocimiento será ampliado gracias al telescopio espacial. “Son campos científicos que consideramos que son muy importantes para entender nuestros orígenes en el cosmos”, comentó.

En ese sentido, indicó que uno de ellos es estudiar la primera generación de estrellas y galaxias que surgieron en el universo. Lo que llaman de manera simplificada “la primera luz”. Además, el James Webb va a estudiar muchas otras galaxias que no son tan lejanas. Y que corresponden a épocas posteriores en la historia del universo, con el objetivo de entender “cómo las galaxias se han transformado desde la primera generación hasta el presente”.

El tercero de los temas se centra en el estudio de cómo se forman las estrellas y los sistemas de planetas alrededor de las mismas. “Estos estudios son importantes para entender los orígenes del sistema solar, es decir, cuáles son los procesos que han dado lugar a la aparición de los planetas, incluida la Tierra”, observó Arribas. El último tema corresponde al estudio de los exoplanetas, es decir, planetas que orbitan en torno a estrellas diferentes al Sol. En ese contexto, el investigador explicó que se han detectado recientemente muchos exoplanetas. Y el objetivo ahora es “caracterizarlos en más detalle, estudiar cuáles son sus propiedades físicas, qué composición tienen sus atmósferas y si pudieran indicar indicios de vida”.

Retos del lanzamiento

Arribas también hizo hincapié en que el proyecto ha supuesto un tremendo reto tecnológico. “Hay que pensar que su desarrollo ha llevado más de 20 años. Han participado la Agencia Espacial Americana (NASA), la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA). Además de 14 países de forma directa y más de 300 empresas privadas y organismos públicos», sentenció.

Respecto a las complicaciones que han surgido durante el desarrollo del telescopio espacial, Arribas remarcó que ha habido una lista “enorme” de dificultades técnicas. Que han llevado a que, en algunos casos, haya habido que “desarrollar nuevas tecnologías”. El investigador ilustró estas dificultades utilizando el ejemplo del escudo solar que posee el telescopio. “Había que lanzar el escudo, que tiene las dimensiones de una cancha de tenis, plegado, para su posterior despliegue en el espacio, con la dificultad de no poder hacer comprobaciones en tierra con las mismas condiciones de gravedad”, comentó.

El telescopio espacial fue lanzado el pasado 25 de diciembre y la semana pasada se terminó el despliegue de sus espejos. Con anterioridad, se había desplegado el escudo solar. Estas dos operaciones han sido muy delicadas , ya que “nunca se habían desplegado en el espacio estructuras de estas dimensiones”. Por ello, aseguró que haber superado estas dos fases críticas es un gran éxito.

No obstante, Arribas mostró cautela, ya que “no está todo superado”. Puesto que aún quedan fases de mucha relevancia como el alineamiento de todos los segmentos individuales del espejo primario, las operaciones que deberán realizar una vez el telescopio se situé en órbita o las comprobaciones que habrá que hacer a los instrumentos.

Futuro del telescopio espacial

Respecto a la viabilidad de reparar el telescopio si sufre algún percance, Arribás explicó que el telescopio estará situado en una órbita llamada L2, que está a un millón y medio de kilómetros, lo que hace imposible “llegar con misiones tripuladas”. Además, tampoco sería posible traerlo de vuelta, ya que “entre otras dificultades, no está diseñado para aguantar una reentrada en la atmosfera”. En ese sentido, expresó que, no hay posibilidad de reparar o actualizar los instrumentos, motivo por el cual ha costado tanto desarrollar el proyecto. “Teníamos que estar seguros de que el telescopio iba a funcionar”, concluyó.

Arribas participa como miembro del equipo científico de unos de los cuatro instrumentos del telescopio espacial, el espectrógrafo ‘NIRSpec’, que está diseñado para descomponer la luz de forma similar “a como lo hace un prisma cuando descompone la luz en colores”. El investigador indicó que este instrumento analiza luz infrarroja y que, con ello, pueden “determinar las propiedades físicas de los objetos astronómicos”. Además, también permite saber la composición química del objeto e identificar los movimientos que pudiera tener “tanto en relación a nosotros, como también sus posibles movimientos internos”. Este instrumento será clave para los estudios científicos que se llevarán a cabo con el James Webb.

Fuente: Agencia Servimedia

CAB/AR