En los PUEBLOS, hace años, las puertas de la calle no se cerraban. Los comentarios abundaban y las cuitas corrían de casa en casa; de boca en boca, eso sí, los intermediarios escaseaban entonces. La comunicación cercana estaba viva.

 

Cualquier escusa servía para una entretenida REUNIÓN, conversaciones e incluso algún cantar. En especial, en épocas de recolección. Hoy ayudamos en la tuya y viceversa, con ese toque final en las horas placenteras.

 

Al recolectar el maíz, en esa casa se acumulaba una buena montonera de MAZORCAS con su farfolla envolvente pendiente de desbrozar. Para ello, el buen momento del atardecer o la velada era propicio a la reunión atareada y dicharachera.

 

Sin prisa, barbotando las inquietudes y con el solaz de alguna picardía, transcurrían esas plácidas COMPAÑÍAS. Al menguar la montonera, aparecía el premio, una sandía colocada debajo, para compensar las fatigas y prologar el parloteo.

 

De donde, la tarea no riñe con la cordialidad, ni la sencillez con la familiaridad. Con los tiempos varían las escenas y los personajes, es natural. Ahora bien, desde el SEMILLERO de los buenos deseos se incita a las alternativas modernas; podían mostrarse un poco más propicias al intercambio de mensajes entrañables entre los diferentes talantes.