No importa que uno se considere el más despierto del mundo, espabilado como el que más, sabedor de todas las cosas importantes, al tanto de los adelantos novedosos que todo lo invaden. La SOMNOLENCIA ronda por las cercanías, hasta en la intimidad.

Si uno considera las PALABRAS, rebasan las necesidades a las que pudiéramos vernos abocados. Esto sucede con el uso ilustrado de las existencias, aunque también por el abuso fuera de control. Palabras redundantes, para usos controvertidos.

La DESMESURA nos invade como garrapatas hambrientas, capaces de embarcarnos en desvaríos de largo alcance. En el debe, pero también en el haber, acumulamos cargas descabaladas, alejadas de  la entidad anhelada para el cuerpo social.

Actuamos desde una MODORRA paradójica, por el ruido y la agitación en que se desenvuelve. Es increíble, pero modorra al fin. Eso sí, cada elemento enfrascado en su caparazón, ajeno al contraste más elemental de las ideas.

Por fortuna, revolviendo en el trastero, ¡EUREKA!, encontramos los viejos despertadores de mucho bulto y repiqueteo estridente.

Pueden servir para la ocasión. Todavía funcionan! ¡Y cómo! Pueden despertarnos de las profundidades. ¡Habrá que celebrarlo!. Porque ya es la hora de la INTERRUPCIÓN de las funciones de los entornos inclementes.